El violín de Andrew


Una imagen no es sustituto de nada
Louise Lawler

Esto es posible en una gran instalación total: el espectador absorto y distraído,
se pasea por ella  detenidamente, observa, se aleja, reflexiona, se acerca de nuevo.
El peculiar ambiente le ayuda a concentrarse, a sumergirse en sus recuerdos,
a pasar en sus pensamientos de un nivel a otro.
Porque una instalación bien concebida debe funcionar a todos los niveles: del más banal y profano
hasta el más intelectual y elevado espiritualmente.
Ilya Kabakov

Miguelangelo Buonarroti quitaba la piedra que sobraba para que la imagen que estaba dentro tocase el espacio y Eduardo Chillida llenaba de aire el interior de la piedra. Entre las dos propuestas median muchas  obras y una filosofía del arte que toma el espacio como punto de referencia. incluso la pintura, el arte  bidimensional por excelencia, ha perseguido con ahínco llenar de espacio el lienzo y construir también una   teoría del mismo. Remitirnos a los maestros holandeses o a Velázquez es lo más sencillo para observar estas, llamémosles sin tapujos, obsesiones artísticas.

En otra dirección, algunos creadores han buscado lo que se ha considerado una obra total, la que aunase todas las artes en una única forma. Cuando llegó el cinematógrafo algunos creyeron que ya estaba abierto el camino al conseguirse la imagen en movimiento, el sonido y un estrecho vínculo con la realidad. Pero como en tantas otras ocasiones sólo se trataba de una propuesta novedosa, con una forma nueva, con una herramienta inédita. Lo importante sin embargo era el propósito, el mismo que se tuvo con el nacimiento de la fotografía, la performance, el cubismo, el futurismo... sin tomar en consideración otras elecubraciones, hay en todas estas iniciativas el empeño de perseguir una quimera, quizá precisamente por saber que es una utopía.

El campo diversificado


Situarse ante las primeras piezas de cables de acero de Andrew Gangoiti supone, en cierto modo, trasladarse a los Earthworks de la década de los sesenta. El espíritu recogido por los artistas del Land Art, que pasa por insertar plenamente sus trabajos en el medio natural, es también evocado en estas esculturas que cambian el escenario del paisaje y la naturaleza salvaje por otro más humanizado y comprimido como es la arquitectura. Concretamente la arquitectura de los espacios expositivos en los que interviene. A través de finas líneas de acero inoxidable que perfilan formas geométricas -del mismo modo en que lo hiciera Fred Sandback- invade el espacio vacío que se presenta ante él pero no lo subyuga. Es decir, realiza intervenciones con y para el espacio arquitectónico en un profundo ambiente de respeto y le dota de un nuevo sentido con el que plantea una relectura del mismo, su reestructuración. Así, el vacío y demás elementos espaciales, que en otro contexto podrían pasar desapercibidos, son laureados con mayor presencia y monumentalidad.

Además de ésta, su relación con la arquitectura es también de carácter formalista. Andrew levanta sus esculturas como si de la construcción del más seguro de los edificios se tratara. sus bocetos son dibujos técnicos, auténticos planos de construcción repletos de medidas, acotaciones y escalas; y su metodología de trabajo -metódica y muy precisa- recuerda a la forma de proceder de un arquitecto. Sus obras desprenden la solidez propia de un edificio por sus cuatro costados.

Simbiosis y mímesis con el entorno. así se traduce la relación que mantienen escultura y arquitectura en las  obras de este artista. Ambas protagonizan la (con)formación de un conjunto de complicada disolución. Los límites de dónde empieza una y termina la otra se tornan difusos. Es por esto que el término “escultura” resulta impreciso para estos híbridos artísticos. Quizá podríamos recurrir a la terminología que rosalind Krauss utiliza para su Campo Expandido y hacer nuestra la “estructura axiomática” que ocupa el lugar entre la “arquitectura” y la “no-arquitectura”.